viernes, 13 de mayo de 2011

Juanito y el Chulla Chaqui - Cuento de la Selva


Puedes leer el cuento en:


jueves, 10 de septiembre de 2009

La Ciudad de los Niños Genios - Relato de la Costa

Erase una vez una hermosa ciudad, donde antes fuera también la tierra de los incas, una ciudad rodeada de grandes montañas y frente a un inmenso mar pacífico. Esta era una ciudad muy importante desde la antigüedad, porque era rica en todo: en historia, en cultura, en recursos humanos y naturales.

Lo mas extraordinario de esta ciudad, era que contaba con una gran civilización con lo más avanzado en últimas invenciones. Contaba con lo más sofisticado, que la ciencia y la tecnología podía ofrecer: desde sistema comunicacionales únicos en su género, sistema de medición del desarrollo biogenético, hasta las más grandes normas de convivencia que eran respetadas por todos. No por gusto sus antepasados se basaron sólo en tres grandes principios: No seas ocioso, no mientas y no robes. Por tanto en esta ciudad, todos trabajaban, nunca mentían y menos nadie robaba.

Pero ¿cómo es que existían niños genios allí?, ¿quizás seguían existiendo muchas más lámparas similares a las de Aladino? Lo cierto era que en esta ciudad todos los niños y niñas eran genios. Ellos tenían una característica física muy especial: sus grandes y desarrollados ojos, los que mantenían permanentemente ocupados casi la tercera parte del día. Y sólo una parte del día, ellos podían dormir brevemente.

Un niño genio solía levantarse muy temprano por la mañana e inmediatamente encendía su plasma o LCD para revisar toda la programación de la televisión por cable. A la vez que degustaba sus alimentos naturales y oriundos del lugar ricos en proteínas, vitaminas y carbohidratos. Luego y rápidamente se aprestaba para dirigirse a su centro de entrenamiento y desarrollo humano. Allí tenía el reto de llevar sus experimentos y prácticas de invenciones tecnológicas o científicas, como asimismo investigar la historia de sus antepasados los incas, quienes fueron conocidos por ser buenos arquitectos, finos artesanos y grandes guerreros conquistadores de imperios.

Las herramientas o útiles comunes de un niño genio eran: su notebook o laptop, un mp4, su USB de 16 gigabytes, un iphone o blackberry. Ahora su mayor dedicación era pasar horas y horas conectado a internet, habitualmente para buscar información de su interés y luego su musical favorito, su juego predilecto en red o su nuevo ringtone. Pero también se daba tiempo para chatear y coordinar sus tareas y proyectos, porque la palabra favorita de un niño genio era proyecto. En la ciudad de los niños genios los útiles de estudio estaban a la orden de la modernidad y el progreso.

Un día y como por arte de magia, paulatinamente fueron desapareciendo las obras manuscritas, las impresas y toda forma de libro. Pero los niños genios ni se percataron de este suceso. Ya que a pesar de sus grandes ojos ya no podían ver esos antiguos instrumentos, legados por sus antepasados. Instrumentos que primero permanecían inamovibles en anaqueles y bibliotecas, empolvados o llenos de moho, por el paso de los años. Los niños genios y su rutina diaria con lo más avanzado de la tecnología ya no necesitaban de herramientas antiguas, porque a ellos no les quedaba tiempo ya para eso. Así fue como llegaron a convertirse en niños genios.

Fueron tan rápidos y vertiginosos los cambios en la ciudad de los niños genios y cada uno de ellos sumidos en su propia rutina, que incluso el trato entre ellos cambió radicalmente. Con la desaparición de los libros, desaparecieron también el uso habitual de algunas palabras de cortesía como: Por favor, gracias, hola, perdón, tome asiento, se sirve una taza de café, buenos días, etc., etc. Al parecer estas palabras se fueron con la desaparición de los libros y los niños genios no se dieron cuenta.

Todo parecía, sin embargo continuar igual en la ciudad de los niños genios, hasta que en todas las pantallas a las que ellos tenían acceso, sólo podían procesarse imágenes, tras imágenes. Es decir todas las palabras o escritos también fueron desapareciendo hasta el extremo que los niños genios, ya no podían continuar o avanzar con el estudio y sus proyectos. Las imágenes por si solas ya no tenían mucho significado. De esa manera y por primera vez los niños genios se sintieron muy aburridos.

Increíblemente en toda la ciudad se llenaban los espacios públicos y privados con grandes paneles publicitarios llenos de luces y mucho colorido llamados gigantografías y por supuesto mostrando imágenes y más imágenes de productos como si fueran verdaderos gigantes de grandes brazos ofreciendo una y otra cosa, que jamás pudo pasar por desapercibidos para los niños genios. Por otro lado en las principales cadenas nacionales de televisión y con el ánimo de entretener y quitar el aburrimiento de los niños genios, se producían programas cómicos con artistas de la calle e imitadores de homosexuales, que a larga sólo mostraban sus miserias, su huachafería y su vulgaridad. Ni que decir de los programas shows en vivo llamadas talk shows, que pretendían mostrar hasta que punto se había degradado la moral en la ciudad de los niños genios, pero que terminó haciendo mayor mal casi a todos.

Entretenidos como estaban los adultos en la ciudad de los niños genios, tampoco se dieron cuenta del aburrimiento de sus hijos y menos averiguaron porque motivo de un día a otro los niños genios también se pusieron tristes. Una cosa era segura, algo faltaba en la ciudad de los niños genios: su habitual alegría y sencillez de alma, que siempre era manifiesta iba decayendo poco a poco. Lejos quedaron los días cuando grandes y chicos podían compartir momentos juntos, para comer, para divertirse y aun para estudiar.

Sus padres tenían que buscar una solución oportuna para el aburrimiento de los niños genios, así que se encontraron algunas alternativas: un tour por todo el país, un crucero por Pacífico, o un par de meses en alguna playa del mar Caribe. Luego de deliberar las alternativas, todos los niños genios coincidieron en la última alternativa. De manera que todos los niños genios no podían perder esta gran oportunidad para relajarse y abandonar definitivamente su aburrimiento en alguna playa del mar Caribe.

Mientras tanto las cosas parecían continuar igual en el resto del mundo. Hasta que de pronto, todos los medios informativos anunciaron dos grandes sucesos: Primero el estallido de una gran crisis económica que comenzó en los estados más poderosos del mundo y que se extendía rápidamente hacia todos los países y continentes. Y el segundo suceso la aparición de una nueva enfermedad tecnológica llamada gripe AH1N1 que también se expandió tan rápidamente como la crisis económica, con carácter de pandemia mundial.

Los niños genios estaban terminando sus alegres vacaciones, porque para ellos no había crisis económica y debían volver a su ciudad. Pero ni bien habían llegado a sus casas, muchos de ellos comenzaron a tener fuertes síntomas de gripe, acompañados de fiebres y dolores de cuerpo. ¿Qué había pasado? Casi todos los niños genios habían sido contagiados por el extraño virus de la gripe AH1N1. Eso causó por primera vez una gran conmoción en toda la ciudad y más por que las noticias se expandieron como reguero de pólvora por todo el mundo, anunciando que ya se estaban muriendo muchos infectados en otros países. Los niños genios tenían ahora que estar en cuarentena. Mientras que sus centros de estudios y desarrollo debían permanecer cerrados en toda la ciudad. Así como los principales lugares de aglomeración pública como aeropuertos, hospitales, centros comerciales, debían tomar las medidas necesarias para evitar mayores contagios por el extraño virus.

Más adelante las autoridades sanitarias, dispusieron el cierre de todos los centros de enseñanza, adelantando las vacaciones para todos los niños genios. Pero esta vez ninguno podría ir de vuelta a una playa en el Caribe, sino sólo permanecer encerrados en sus casas como medida de seguridad. El mismo presidente de la nación dijo que ahora nadie debía saludar amablemente con un beso para evitar el contagio, tampoco debían darse las manos y para mayor seguridad debían taparse la boca como los cirujanos.

Pero, oh milagro no todos los niños genios estaban contagiados, había entonces que encontrar la respuesta. Porque aun preocupaba el hecho que ni siquiera habían los remedios, vacunas o antídotos para esta enfermedad. Los grandes laboratorios transnacionales recién estaban investigando al virus pero decían que muy pronto encontrarían la solución, sin embargo la gente seguía muriéndose en todo el mundo.

Los laboratorios de la ciudad de los niños genios tampoco podían quedarse atrás, así que iniciaron una exhaustiva evaluación y análisis de los otros niños genios que no habían sido contagiados. De donde finalmente se determinó que sus buenos hábitos de limpieza y cuidado de sus cuerpos les hicieron inmunes al virus de la gripe AH1N1. Así fue como inmediatamente todos los medios de comunicación anunciaron que todos deberían lavarse las manos permanentemente y no auto medicarse aún cuando la enfermedad parecía ser sencilla de curar. Pero lo más importante era que debían cuidar mucho su higiene personal, porque tampoco a ningún niño genio le gustaba la idea de abandonar la antigua costumbre de saludar amablemente con un besito por culpa de la
gripe AH1N1.

Esta fue una sencilla pero eficaz solución para combatir una pandemia mundial, que poco a poco comenzó a desaparecer en la ciudad. Asimismo este fue el momento importante para que los niños genios dejaran por un tiempo sus aceleradas actividades y por fin pudieron solidarizarse con los demás niños para permanecer muy unidos, teniendo entre ellos un mejor y formal trato, por otro lado todos los niños genios prometieron nunca más volver a aburrirse y menos visitar una playa caribeña que ahora solo quedaría en el recuerdo.
FIN

martes, 18 de agosto de 2009

Juanito y el Fantasma - Cuento de la Selva

Mi tío Federico y yo estamos muy emocionados preparando la fiesta patronal de San Juan en la selva del Perú. Como este año le ha tocado ser el mayordomo, queremos quedar muy bien con todos los invitados, no debe faltar nada para nadie.
Así que muy temprano hoy nos toca salir al interior de la selva, por todas las provisiones que faltan sea de carnes, aves o monos, caminaremos algo más de doce horas.
Mi tío siempre está muy atento conmigo preparando la cacería.

- Juanito, esta arma será para ti, es chiquita pero muy eficaz. Yo mismo he cazado mucho con ella. Tanto que un día mientras cortaba un árbol para derribar a un mono, la rama del cedro la aplastó y le rompió un poco el cañón, recuerda mi tío.
- Muchas gracias por tu obsequio tío, lo usaré con cuidado, le aseguro.
Antes de partir, reviso nuestras provisiones: paquetes de sal, azúcar, fósforos y combustible para las pequeñas lámparas. En los paquetes más grandes se encuentran las balas para las retrocargas y lo que no pueden faltar plátanos y yuca para combinar la comida.
Después el fresco amanecer nos acompaña hasta el interior de la selva. Van también con nosotros Pancho y Manuel mis primos, quienes parecen no cansarse nunca, a pesar que nuestra larga caminata lleva ya más de seis horas. La amarillenta hojarasca debajo de nuestros pies descalzos oculta a veces a las serpientes, los alacranes o las hormigas bravas, por eso vamos con mucho cuidado, con suerte para no ser picados por ellas.
De pronto vemos cómo ha pasado la tarde y ya viene la noche y por fin hemos llegado a nuestro destino. Este es un lugar oscuro y solitario, existen muchos rumores que éste sitio es el lugar favorito de las almas en pena y los fantasmas. Muchos ya han escuchado anteriormente los llantos lastimeros, los quejidos prolongados y los fuertes golpes en las grandes aletas de los árboles. Como es un lugar alejado, nadie se ha quedado a vivir por allí, excepto los animales, las aves y los monos.
Inmediatamente y a pesar de la noche comenzamos nuestra cacería que resulta ser muy buena. Hemos cazado pronto a los sajinos, venados y sachavacas. Encontramos desprevenidas a las paujiles, perdices y a los loros.
Entretenidos como estamos con nuestra buena caza, no sentimos que el tiempo pasa rápido y al cabo de seis días mi tío Federico decide que nos quedaremos por un día más para completar la semana. De manera que acordamos volver a separarnos para continuar cazando. Mi tío Federico se dirige hacia el Norte, Pancho va por el Este, Manuel hacia el Oeste y yo voy hacia el Sur. Con suerte consigo matar a tres monos negros que es suficiente carga para regresar al campamento donde debo reunirme con mi tío Federico y mis dos primos en este último día de caza.
Con mi carga al hombro llego cansado y con hambre al campamento, pero vaya sorpresa, no encuentro a ninguno, ni a sus equipajes, ni sus provisiones, ¿qué habrá pasado?, ¿Qué hago ahora?, me pregunto en voz baja. De lo que sí estoy seguro es que ya no están, que regresaron al pueblo y me dejaron solo. Pero yo no puedo seguirlos de inmediato, porque tengo que preparar mi comida para matar mi hambre y ahumar la carne de los monos que he cazado.
Veo como la tarde avanza y cae la noche rápidamente, una vez que termino de comer y alistar mi carga, me baño en las aguas del pequeño río del lugar y luego me dispongo a descansar. La soledad del campamento sólo se acompaña con el chirriar de los grillos y el lejano canto de las aves nocturnas. Es la primera vez que me encuentro solo en el interior de la selva.
La choza donde me encuentro tiene techo de palmeras, sus dos pisos son de madera, las que se unen por una escalera de ramas de árbol. La cama de madera se encuentra en el segundo piso, el fogón está en el primer piso al que pongo mucho cuidado en apagar regando sus carbones. Después cargo mi escopeta con las dos últimas balas que me quedan para protegerme de las fieras y finalmente me dispongo a acostarme.
Mientras me cubro con una delgada sábana dentro del mosquitero hago el intento de dormir, pero no puedo conciliar el sueño rápidamente. De improviso veo como el fuego se enciende poco a poco en el fogón y de manera de veras increíble aparece junto al fuego la forma de una niña, que lleva un largo vestido blanco, muy largo hasta los pies. Tiene una cinta negra amarrando sus cabellos y un largo cordón negro sujetando su cintura.
Veo como esta niña se esfuerza en prender más y más el fuego del fogón con un abanico de hojas secas. Yo trato de imaginarme que ya estoy soñando, pero no es así, estoy aún despierto y con el corazón que ha empezado a latir cada vez con más fuerza por la primera impresión de saber que no estoy solo en la choza.
Guardo un profundo silencio pero mis piernas y mis manos han comenzado a temblar un poquito y también comienzo a sudar copiosamente de susto, cuando la niña comienza a moverse hacia todos lados en el primer piso de la choza, tocando los platos y moviendo las ollas.
De un momento a otro la noche se ilumina con la luna llena y es casi medianoche, lo se por el canto lejano de las aves nocturnas. Y con la luz de la luna ahora puedo ver con más nitidez a la niña que parece flotar en el espacio del primer piso moviéndose lentamente como buscando algo o buscándome también a mi.
Yo casi no puedo permanecer en silencio pero hago todo el intento agarrando mi escopeta con la poca fuerza que creo tener por el susto. Esta niña continúa buscando algo en el primer piso en dirección de mi cama y luego tocando el techo interior de palmeras de esta pequeña pero antigua choza.
Yo trato de mantener la calma y en un momento menos esperado escucho el amargo y melancólico llanto de esta niña. Su horripilante voz se expande por todo el ambiente en la soledad de la noche, lo que me llena aún de mayor susto. Sin embargo alcanzo a elevar una oración a Dios para que no me abandonen las fuerzas, para contener el miedo y recuperar el calor en mi cuerpo, que siento cada vez más frío.
Inesperadamente veo a esta niña subir por la escalera hacia el segundo piso en dirección hacia mí y cuando ya se encuentra a sólo dos metros de mi cama, empuño de nuevo mi escopeta y jalo el gatillo por dos veces. Veo como el impacto de las balas destrozan la forma de niña en mil pedazos, como cuando se rompe una estatua de yeso.
Luego todo queda en silencio y tan sólo puedo escuchar el eco de mis disparos que se pierden en la inmensidad de la selva en una noche fantasmal. En una noche que para mí parece de nunca acabar, porque no puedo conciliar el sueño fácilmente después de todo lo sucedido.
Las aves nocturnas como las lechuzas y poroto huangos cantan a lo lejos. Pero los graznidos de la pucacunga me indican que ya es de madrugada. De manera que finalmente el cansancio logra vencerme, cierro los ojos con pesadez y comienzo a tener un breve sueño: Ahora veo a un a hermosa niña que se acerca y me dice: Juanito ¿Por qué fuiste malo conmigo?, yo sólo quería acompañarte, porque te vi solo en este lugar tan alejado de la selva. Pero también Juanito, quise recoger mi peineta que una vez puse debajo de tu cama. Has sido muy malo conmigo y me mataste para siempre, ahora jamás me levantaré y me convertiré en un hongo blanco que siempre viajará por la corriente de los ríos. Ahora me despido de ti, nunca jamás volverás a verme como hoy.
Todavía estoy con mucho sueño, cuando vengo a despertarme con el canto mañanero de una perdiz. Mi agitada y agotadora pesadilla se está terminando y me quedo pensando en el misterioso suceso de mis disparos, como en la despedida de esta hermosa niña.
Ya es de mañana y alisto tanto mi equipaje como mi carga de provisiones para volver al pueblo. Todo sigue silencioso y sólo escucho el ruido de mis pisadas en el frio y mojado camino remontado que conduce a mi pueblo. Algunas veces resbalo un poco con el peso que llevo en mis hombros, pero sigo adelante sin parar.
Luego de haber caminado todo el día, finalmente llego muy cansado al pueblo, pero de inmediato presiento algo extraño en el ambiente. Oigo también muchos llantos y lamentos en mi casa. La tristeza se contagia en todo el ambiente y no es por mí. Sino que mi tío Federico, todos mis primos así como el resto de mi familia están muy acongojados a pesar que hoy es la Fiesta patronal de San Juan.
Todavía no logro olvidar lo que pasó anoche y ahora una nueva ingrata sorpresa: Mi prima Emperatriz yace cuerpo presente en medio de la sala donde hoy tendríamos la fiesta. Dicen que la viruela la mató ayer. Por lo que mi tío Federico y mis primos tuvieron que regresar urgente de la cacería.
Pero sólo yo se que ella estuvo anoche conmigo y quiso acompañarme en medio de la selva, se que su alma o fantasma vino a verme y yo sin saber o querer la volví a matar. Yo ahora recuerdo muy claramente los disparos de mi escopeta chiquita, cuyos ecos en la noche también me recuerdan el fantasma de mi prima o la horrible pesadilla que sólo pudo despertarme el alegre amanecer de la selva y mi prisa por volver al pueblo para celebrar una fiesta, pero no para tener un velorio en plena fiesta patronal de San Juan.
FIN

Juanito y el Delfín Colorado - Cuento de la Selva

El río corría siempre rápido y destellante con el sol del mediodía. Era un día más del caluroso verano en la selva peruana. Lugareños, viajeros y pescadores iban y venían en botes y canoas en marchas desenfrenadas. De ahí que el bullicio era mayor por el ruido entrecruzado de los motores fuera de borda.
De un momento a otro se pudo escuchar muchos silbidos de personas, así como el ruido de las olas que también se escuchaban cada vez más fuertes.
Juanito, era un niño huérfano desde hacía unos años y estaba creciendo como pescador, había adquirido gran habilidad para lanzar el arpón adivinando el recorrido imperceptible para otros, que realizaban los peces debajo del agua. Ese día Juanito estaba pescando desde muy temprano y tenía por costumbre quedarse hasta la tarde y la noche. ¿Cómo podría ser de otra manera si a Juanito le encantaba volver con la canoa llena de pescados? Abundaban por ahí las corvinas, los sábalos y las pirañas, a los que Juanito ya había pescado y se veían relucientes en medio de su canoa.
Como para completar su faena, ahora estaba persiguiendo a un pez dorado, que de un momento a otro vio aparecer golpeando desafiante las aguas, con su cola blanca. Pero su bote estaba ya casi lleno y no podía correr más rápido para perseguir al pez dorado. Pero también inesperadamente vio saltar a un delfín colorado muy cerca por donde perseguía al pez dorado, incluso el delfín le obstaculizó con sus saltos de ida y vuelta.
De todas maneras Juanito prosiguió persiguiendo al pez dorado, éste no iba a escaparse ahora. Pero el delfín colorado volvió también con su arremetida, tanto que hizo perder la paciencia a Juanito, quien no podía creer como es que un delfín colorado hizo que se escapara un hermoso pez dorado. Juanito entonces, lanzó el arpón contra el bufeo colorado tan sólo para alejarlo.
Sin embargo el arpón dio en el blanco, el bufeo colorado al sentirse atrapado hacía esfuerzos denodados para escapar, arrastrando peligrosamente la canoa de Juanito, a quien no le quedó otro remedio que cortar el cordel que lo unía con el delfín colorado. Sólo así pudo escaparse raudamente y herido el molestoso delfín colorado que casi hunde la pequeña canoa de Juanito.
Cuando Juanito ya se disponía a regresar a su casa muy apenado por la pérdida de su arpón, de improviso vio que un bote tripulado se acercaba hacia él a toda prisa. Fue mayor su sorpresa cuando vio acercarse hacia él a un pequeño grupo de policías uniformados juntamente con uno de sus jefes que parecía tener un alto rango. Con cierto nerviosismo y poniendo su mayor atención Juanito dijo:

- Buenas noches señores, ¿quiénes son ustedes y que buscan?
- Buenas noches niño, somos policías de seguridad y te buscamos a ti, dijo el que parecía ser el jefe.
- Pero, ¿porque a mí señor? Yo siempre he venido a pescar en este río y no he dado problemas a nadie, afirmó Juanito.
- Quedas detenido niño porque hoy haz cometido un grave delito y te irás con nosotros ahora mismo. Dejarás todo y sólo podrás llevar un cuchillo, dijo el jefe.
Tan rápido como llegaron los policías subieron a Juanito en el bote policial y lo llevaron con los ojos vendados por sólo unos minutos. Luego el jefe ordenó que le quitaran la venda. Y en menos de lo que salta un delfín, Juanito se encontraba en otro lugar: un hermoso lago, rodeado de bellísimas islas, las aguas eran cristalinas y tranquilas. De vez en cuando Juanito veía saltar peces brillantes y poco a poco se acercaban al pequeño muelle de una ciudad muy iluminada. En realidad todo parecía un fantástico sueño, porque al bajarse del bote, este se convirtió en un gran lagarto blanco que se perdió en las aguas cristalinas del río.
Juanito siempre acompañado por los policías fue llevado hasta un automóvil que esperaba frente al muelle.

- ¡Hacia el hospital!, ordenó el jefe.
- A la orden jefe, respondió el chofer, levantando el gorro con la mano, haciendo una reverencia.
Juanito todavía asombrado, contemplaba todo durante su recorrido: las calles estaban llenas de gente y muchos automóviles recorrían la ciudad con sus sonidos estridentes. Un momento más y el auto se detuvo frente a un gran hospital, allí otro grupo de uniformados esperaban impacientes. Al llegar el jefe que acompañaba a Juanito presentó su saludo militar.

- ¡Buenas noches mi general!, dijo.
- ¡Buenas noches teniente!, respondió el policía que parecía tener más edad.- Acá reportando al detenido, que dice llamarse Juanito, mi general, dijo finalmente el teniente.
El general, brillantemente uniformado miró detenidamente a Juanito y luego le dijo:

- Con que ¿tú eres quien hirió de muerte al comandante?
- Perdóneme señor, pero creo que hay una equivocación, yo no herí a nadie, menos a su comandante, dijo Juanito un tanto atemorizado.
- Me informaron que hay varios testigos que te vieron con el arma que hirieron al comandante y él está ahora al borde de la muerte. Necesitamos quitarle de inmediato el dardo mortal, aseguró el general.
Juanito no salía de su sorpresa, con esta severa acusación no sabía que más decir, sin embargo recordó que cuando estaba pescando prendió su arpón en el lomo de un delfín colorado. Porque éste le estaba molestando en la pesca de un pez dorado. Recordó claramente que estuvo al borde de naufragar en su pequeña canoa cuando el delfín buscó escabullirse por las aguas por eso Juanito no tuvo más que hacer que cortar la cuerda de su arpón. Pero, ¿Qué tenía que ver un delfín colorado con un comandante de policía de una gran ciudad?
De todos modos Juanito se animó a decir:

- Yo sólo herí a un delfín colorado, señor.
- Y ¿Por qué heriste a ese delfín colorado?, respondió el general.
- Porque cuando perseguía al pez dorado, el delfín colorado vino a molestar cruzándose en mi camino, impidiéndome el paso durante mucho tiempo, esto me hizo perder la paciencia y le lancé el arpón, relató Juanito.
Luego de escuchar a Juanito, el general de policía ordenó:

- Iremos de inmediato a ver al comandante.- De acuerdo mi general, dijeron al unísono los demás policías que casi arrastraban a Juanito.
Al llegar a la sala del hospital, Juanito aun mas sorprendido, no pudo creer lo que vio, a un hombre rubio acostado en una cama, herido en la espalda con la punta de su arpón que tan sólo horas antes había clavado en el lomo de un delfín colorado.
¿Ahora si, reconoces que el arma fue tuya o no?, Dijo el general.

- En realidad es mi herramienta de trabajo señor, dijo tímidamente Juanito.
- Así que como se te ordenó traer tu cuchillo, tendrás tu mismo que quitar el dardo mortal al comandante, ahora ya es tarde y no tenemos a ningún médico de emergencia, dijo finalmente el general.
Cuando Juanito ya se disponía a cortar la piel del comandante delfín, para extraer el arpón, el general volvió a decir:

- Eso le pasó comandante por desobedecer mis órdenes de no molestar a nadie, mucho menos a seres de otro mundo. Espero que esta vez aprenda la lección ya que luego vendrá su castigo.
Juanito observó cuidadosamente la herida que produjo su arpón en la rubia piel del comandante, quien se limitaba a resistir el dolor sin siquiera emitir una palabra. Pero asimismo Juanito ya se había dado cuenta que este hombre rubio era también un enorme delfín colorado que por el azar del destino se había cruzado en su camino durante su día de pesca en el gran río de la selva. ¿Y que otra cosa más podían ser los demás seres que aparentaban ser hombres, sino otros delfines colorados? Por otra parte Juanito estaba muy contento por recuperar su arpón al cual ya daba por perdido.
Bien, como todo ha salido bien, Juanito debe regresar inmediatamente, tal como ha venido. Es más será premiado por haber salvado la vida del comandante, que cuando este completamente sano ya nunca más hará rondas por la frontera, eso será su castigo, dijo el general. Luego metió su mano en uno de sus bolsillos y sacó unas pequeñas piedrecitas blancas y entregándole a Juanito, dijo:

- Esto será tu pago, cuando llegues a tu casa, guarda estas piedrecitas en un lugar seguro y cuando tengas alguna necesidad haz uso de ellas.
Luego inmediatamente dio la orden para que el teniente y su comitiva escolten de nuevo a Juanito de regreso a casa. El auto que los esperaba frente al hospital encendió rápidamente y a toda marcha los condujo al muelle. Misteriosamente cuando todos bajaron del auto, este se alejó convertido en una enorme tortuga de río. Juanito tuvo que ser vendado en los ojos nuevamente al subir al bote de los policías, debidamente acompañado por su jefe el teniente.
No había pasado mucho tiempo cuando Juanito se encontró nuevamente dentro de su canoa totalmente repleta de pescados. Y como si se hubiera quedado profundamente dormido, notó que ya estaba rayando el sol de un nuevo día. Se apresuró en remar con todas sus fuerzas para llegar a casa como todo gran pescador con la canoa llena.
Una vez en casa, Juanito reviso sus bolsillos y para su grata sorpresa estaban totalmente llenas de monedas de oro y plata. Se puso muy contento, por haber tenido una gran pesca, de contar con mucho dinero y el recuerdo de haber vivido una nueva aventura al salvar la vida de un comandante que a su vez era un delfín colorado, pero lo que era más importante para él, haber recuperado su arpón para que a partir de ese día nunca más usaría para pescar a delfines colorados en los ríos de la selva.
FIN

viernes, 10 de julio de 2009

Juanito y la Sirenita Encantada - Cuento de la Selva

El paisaje natural de la selva lucía espléndida, por un lado el verdor de los árboles y por otro el vuelo de las aves zigzagueantes sobre el ancho río. Daba una impresionante visión el reflejo cual espejo producido por el caluroso sol del verano. Se mostraba también en las aguas las innumerables siluetas de los grandes árboles, así como las sombras de las aves en bandadas, cuales hojas movidas por el viento, mostraban un espectáculo sin igual.
Muy cerca del río, tan sólo a unos metros de su orilla podía verse la casa de Juanito, de donde éste podía contemplar la belleza del amanecer y el atardecer en la selva. Y desde donde solía partir hacia los lagos o las cochas para pescar a las escurridizas corvinas, sábalos o peces dorados, que eran una verdadera delicia para su paladar.
Juanito era aún un pequeño pero fuerte niño, cuya contextura delgada le daba mucha agilidad para caminar por la selva, tenía el cabello lacio y negro como el carbón. A su corta edad se había convertido en pescador y en gran conocedor de los ríos, lagos cochas y quebradas que abundan en la selva. Dominaba muy bien el remo que impulsaba su pequeña canoa de árbol lupuna y ganó gran destreza con su lanza y el arpón luego que quedó huérfano en un naufragio en el gran río Amazonas.
Un día Juanito se preparó para salir de pesca al amanecer, quería llegar temprano a un gran lago, a donde pocos habían llegado y que se ubicaba a la otra orilla del río. Se apresuró para partir y ni bien se hubo alejado, escucho el fuerte canto de la chicua. “La chicua es un ave de mal agüero, ¿Qué querrá advertirme?” Pensó sin musitar palabra. Estas aves nunca cantan por sólo gusto y siempre quieren advertir algo, siguió pensando Juanito.
Pero él estaba muy ansioso por llegar al lago y no dio mayor importancia al canto de la chicua. Siguió remando y remando por unas horas hasta cuando llego a orillas del silencioso lago. Luego sintiendo mucha hambre prendió una fogata con palos y ramas de árboles secos, puso sobre ella una pequeña olla, sancochó plátanos cubriéndolos con pescado salado que había llevado en su mochila. Se preparó un delicioso refresco de plátanos maduros asados en el fuego, batiéndolos con una pequeña rama de guayaba.
Una vez satisfecho su voraz hambre, Juanito se preparó para empezar su pesca del día, debido a que en esa época del año abundaban muchas variedades de exóticos peces. De vez en cuando se escuchaba el molesto vuelo de los tábanos que siempre revoloteaban alrededor de Juanito, propinándole también de vez en cuando fuertes picazones en sus piernas desnudas y en sus pies descalzos.
La soledad del lugar se completó con la oscuridad del día, cuando de improviso el cielo se cubrió de gruesas y oscuras nubes ocultando a lo lejos al inclemente sol del verano. Juanito seguía pescando y a pesar que habían pasado varias horas no había picado ni siquiera un pequeño ejemplar. ¿A dónde se fueron los peces?, ¿tal vez la chicua quiso advertirme que no pescaría nada hoy? Pensó Juanito: intranquilo, preocupado y también un poco molesto.
Sin embargo, las aguas del lago continuaban muy tranquilas. Juanito por su parte moviendo el remo y su canoa, dio algunas vueltas y otras vueltas como un trompo.
Pero de improviso se produjo un gran ruido en la aguas y se formó un enorme remolino que quería atrapar a Juanito. Este comenzó a remar y remar con todas sus fuerzas tratando de escapar del remolino que cada vez crecía y crecía más.
Juanito estaba en ese intento de escapar cuando para su mayor sorpresa escuchó de entre las aguas, la fuerte y suplicante voz de una mujer que le decía:- ¡Por favor no te vayas, espera no me tengas miedo!
Juanito valiente como era pero sintiendo cierto temor volteó para ver a la mujer que le suplicaba. Y no podía creer si esto era verdad o estaba en un profundo sueño porque tenía frente a el a una hermosa mujer de rubia cabellera y preciosos ojos azules.- ¡Por favor no te vayas, espera no me tengas miedo!, volvió a implorar la misteriosa mujer.
Un tanto incrédulo con lo que veía y a la vez muy impresionado por la belleza de la mujer, Juanito se atrevió a preguntar:- ¿Es que acaso vives en el agua como una sirenita?- Si soy una sirenita, pero también soy humana como tu, respondió la mujer.- Si eres humana, ¿cómo es que vives dentro del agua como los peces? Insistió Juanito.- Bueno déjame contarte entonces, porque es una larga historia, afirmó la sirenita.
Juanito por fin se había serenado y puso su mayor atención a todo lo que veía y escuchaba atentamente a la sirenita que comenzó su relato.- Vivía con mis padres en el pueblo de Tamshiyacu, cerca del río Amazonas. Cierto día luego de cumplir mis doce años me encontraba sola lavando mis ropas en la orilla del río. De pronto sentí un fuerte abrazo de hombre que me sumergió rápidamente en las profundidades del río. En un abrir y cerrar de ojos me encontré en otro mundo, en el de las aguas. Había sido raptada por el yacu runa, un ser que vive permanentemente bajo las aguas.- ¿Y cómo es el yacu runa? Quiso saber Juanito.- Son muy diferentes a nosotros porque tienen sus cabezas más grandes y alargadas, son muy bocones, sus pelos son también largos como de las mujeres humanas y casi todo el cuerpo está cubierto por escamas brillantes como las de algunos peces del Amazonas.- ¿Y que más te pasó? Dijo Juanito.- Bueno, después que cumplí mis quince años, me quisieron obligar a casarme con uno de los hijos del yacu runa, pero como yo nunca quise aceptar, me dieron un terrible castigo: mis pies quedaron atrapadas en la boca de esta gran boa para no poder regresar nunca más a la tierra. Así es como quedé convertida en la sirenita encantada del Amazonas. Llevo ya más de diez años yendo y viniendo por los ríos, lagos y cochas de toda la selva del Perú.- ¿Y como es que llegaste hasta mí? Dijo Juanito.- Felizmente bajo el agua el yacu runa no puede vivir mucho tiempo, como castigo a los constantes raptos de niñas. Ahora como han pasado más de diez años, el yacu runa y toda su familia ya fallecieron, eso me permite tratar de volver a la tierra, pero debo desencantarme de esta boa.- ¿Y cómo podrás desencantarte? Preguntó Juanito cada vez más curioso.- La verdad que vine hacia ti porque creo que tú podrás ayudarme, aseguró la sirenita encantada.- Yo, ¿Cómo podré ayudarte, si nunca he vivido dentro del agua? Afirmó Juanito.- Tú eres la única persona que me puede ayudar, porque eres un niño bueno, te he visto pescar por mucho tiempo en estos lagos y también en el Amazonas. Cuando pude te ayudé para que consiguieras mucho pescado, pero aún así eres un buen pescador, dominas tu lanza con tu arpón y lo que es mejor, tienes un gran corazón dijo muy inspirada la sirenita encantada.- Entonces, ¿qué debo hacer para ayudarte? Preguntó Juanito algo preocupado.- Aunque parece muy difícil yo espero que sea simple y fácil para ti. Primero te daré estos tres caracolitos para que los lleves donde el sacerdote del pueblo, que los bendiga y si te pregunta para qué, le dices que tienes un secreto que lo revelarás después. Luego regresas acá y te diré que más puedes hacer. Asimismo te prometo que seré tu amiga para siempre y te daré una recompensa, si me ayudas a desencantarme de esta boa, dijo finalmente la sirenita.
Un poco incrédulo aún, con la propuesta de la sirenita encantada, Juanito apretó su remo, cogió los tres caracolitos y se despidió de la sirenita. Pero en cuanto se estaba retirando, volvió a escuchar el fuerte ruido de un remolino y la melodiosa voz de la sirenita, perdiéndose dentro del agua:- ¡Juanito, Juanito, regresa pronto, acá te esperaré!
Juanito todavía estaba lejos del pueblo, así que no se cansaba de remar y remar. Casi estaba por anochecer cuando vio las luces del pueblo, donde después llegó sin ningún pescado, sólo con tres caracolitos encantados. Había sido un retorno agotador y ni aún así podía conciliar el sueño, cuando se dispuso a dormir, sólo tenía en su mente el delicado y bello rostro de la sirenita encantada y escuchaba una y otra vez su lejana voz diciéndole:- ¡Juanito, Juanito, regresa pronto, acá te esperaré!
Muy temprano por la mañana, Juanito se levantó rápidamente y sin siquiera desayunar, tomó los tres caracolitos y se dirigió camino a la iglesia del pueblo en busca del sacerdote.- Buenos días padrecito, saludó Juanito.- Buenos días hijito, ¿qué haces por acá tan temprano? Respondió el sacerdote.- He venido para que me haga el favor de bendecir a estos tres caracolitos padrecito, dijo Juanito sin dudar.- ¿Puedo saber para que voy a bendecir a tres caracolitos Juanito? Dijo el sacerdote mostrando su sorpresa.- Es un secreto que le revelaré después padrecito, insistió Juanito.- Con que ahora tienes un secreto mi hijo, espero me lo reveles después, dijo el sacerdote a la vez que tomaba el agua bendita para rociarlo sobre los tres caracolitos y rezaba: caracolitos los bendigo en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo, seculorum, seculorum, amén.Una vez que los tres caracolitos fueron bendecidos Juanito volvió a casa muy rápido como pudo, tomó algunas provisiones y se dispuso a regresar al lago de inmediato. Tomó su canoa y se puso nuevamente a remar con mucha fuerza. La mañana seguía calurosa, pero esta vez ya no volvió a cantar la chicua de mal agüero. Al llegar a lago este estaba muy apacible como de costumbre. Juanito trató de acercarse lo más posible hasta el preciso lugar donde había visto a la sirenita encantada.
No pasó ni diez minutos, cuando volvió a producirse un fuerte ruido producto de un gran remolino y trayendo de entre las aguas a la sirenita encantada, que ahora lucía más bella que nunca.- Acércate un poco más Juanito, no tengas miedo, le dijo.- Acá traigo los caracolitos, ¿qué tengo que hacer ahora? Preguntó Juanito.- Ahora con uno de ellos intenta realizar un tiro al blanco, pero directamente hacia mi frente, no vayas a fallar para iniciar mi desencantamiento, dijo la sirenita.
Juanito se mostró seguro para no fallar, acostumbrado como estaba para dar en el blanco cuando lanzaba su arpón en el lomo de una corvina. Calculó la distancia precisa y luego lanzó certeramente el caracolito que impactó en la frente de la sirenita. Pero vino el segundo intento que era lanzar de nuevo el segundo caracolito, que afortunadamente logró con precisión.- Ahora Juanito lanzarás el tercer y último caracolito y en cuanto lo hagas te acercarás lo más rápido posible hacia mí para poder subir a tu canoa, dijo la sirenita encantada.
Juanito volvió a prepararse para el tercer intento y tomó todas las precauciones indicadas por la sirenita. Pero increíblemente y aún cuando Juanito midió la distancia el tercer caracolito fue a dar en el pecho de la sirenita encantada y rebotó hacia la canoa de Juanito rompiéndose en mil pedacitos.
Momento en que pareció despertarse la gran boa y haciendo un gran remolino volvió a sumergir a la sirenita que no pudo ser desencantada. Juanito tuvo que remar desesperadamente para no ser arrastrado por el remolino. Luego misteriosamente el lago volvió a quedar en calma.
Juanito se quedó muy triste, pero mientras volvía al pueblo, como por arte de magia vio que en su canoa llevaba finísimas telas de colores, una hermosa camisa de seda y un hermoso sombrero de cuero.
Desde ese día Juanito no volvió a encontrar más a la sirenita encantada y sólo en sus sueños ella le dijo que como muestra de su agradecimiento por intentar desencantarla le ofrecía los obsequios que encontró en su canoa, prendas que le durarían toda la vida. Asimismo que siempre le ayudaría a conseguir los mejores y más grandes pescados de la selva del Perú, aún cuando ya no le vería nunca más.
De esa manera Juanito se convirtió en el mejor pescador que viajaba por todos los ríos, lagos y quebradas de la selva amazónica, pescando los mejores y más ricos peces y viviendo quien sabe una nueva aventura en la misteriosa selva peruana.
FIN

viernes, 3 de julio de 2009

Bienvenido (a)


He comenzado la tarea de llevarte a conocer un poco más de mi hermoso país: El Perú, ya sea viajando a través de su árida y desértica costa, de sus impresionantes y sobrecogedores andes o de su misteriosa y encantadora selva amazónica.




Los relatos que encontrarás aquí, han sido recogidos de hechos reales o verídicos, que aún son inéditos y que intentan contribuir a la difusión de nuestras costumbres, mitos o leyendas que se irán transmitiendo de generación en generación.




Felicito tu interés por estos relatos y te pido de corazón que nos dejes tus comentarios acerca de estos u otros relatos que necesiten ser publicados.




Si bien estos relatos fueron escritos para infantes, considero también que los adultos podrán deleitarse por la sencillez, brevedad y amenidad de cada cuento.




Julio Silva Luna